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martes, 28 de junio de 2011

Árbol de la niñez de mi madre

Mi arbol brotó, mi infancia pasó,
hoy bajo su sombra que tanto creció,
tenemos recuerdos mi arbol y yo.

Alberto Cortez

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde.
José Ángel Buesa


Entender que el panorama sobre el árbol siempre será bello para un niño. Que la tarde se pierde en el efecto contraluz que dan las hojas por la debilidad del sol. Que a la hora de la refacción el tío Edgar puede estar perdido entre las ramas, o apoyado inseguramente sobre el tronco del más viejo del barrio. Y es que haber vivido con los ahora doctores, amas de casa, vendedores, ingenieros y padres de familia, solo puede contarlo un árbol, un árbol que ha caído con las manos de su gente.

Ahora entiendo porque la gente del barrio saluda a mi madre y recuerda a mis abuelos, entre las costumbres de los niños siempre existió aquella hora en la que corrían para montarse al tronco, el café con pan que mi abuela les daba, los perros que corrieron a mi tío cuando cayó del otro lado de la casa, el miedo irrefutable de las mujeres al no poder bajar. De como el madero pueda ser parte de esa historia, y como la historia puede ser parte del madero.

Ver pasar tantas personas por su cuerpo, tener escritos los nombres en su corteza, reconocer la ausencia de otros en el ruido místico de las hojas caídas en otoño.

Algún día entenderás que la sombra es tu conciencia.




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